Juan Antonio Sánchez López

publicada en el libro El Alma de la Madera, cuatro siglos de iconografía y escultura procesional en Málaga.
Editado por la Hermandad de la Zamarrilla

Francisco Palma Burgos. nacido en 1918, es seguidor junto a sus hermanos José María y Mario, de la estela artística marcada por su progenitor, al asegurar la inmediata continuidad del taller familiar tras el fallecimiento de éste.

Distintas causas como el erigirse en heredero del prestigio y afecto disfrutados por su padre en el entorno local y la febril acrividad que se vio obligado a desarrollar tras la Guerra Civil, como consecuencia del aluvión de encargos que afrontó para paliar las grander pérdidas y destrotos producidos antes y durante la Guerra Civil, harán de él, casi sin propornerselo, la figura paradigmática de la imaginería contemporánea malagueña.

A pesar de haber empleado dicho calificativo, lo cierto es que, como ya afirmarnos en su momento, distamos bastante de tener un estudio profundo del artista, bien porque su ubicación preferente dentro del plano imaginero le haya restado atractivo para la crítica cualificada, bien porque su cercanía en el tiempo lo haya apartado, por ahora, del estudio histórico-artístico individual y específico que entendemos necesita. Por tanto, partimos de una base bastante pobre en cuanto a los estudios realizados y con un conjunto de "verdades" perpetuadas por falta de acercamiento crítico que ahora, al medio siglo de iniciar el escultor su producción más característica, se ve necesitada de estudios más serios y con labor heurística de mayor amplitud.

La intensa vida social y cultural mantenida por Palma García, amigo personal del poeta Salvador Rueda Y del escultor Mariano Benlliure, unida a su admiración por la poética creacional de su padre, habrían de marcar las inclinaciones de Francisco Palma Burgos hacia la Escultura. Iniciado bajo la dirección paterna, prosigue sucesivamente su formación en la Escuela de Artes y Oficios Artísticos de Málaga y en la Escuela de Bellas Artes de San Telmo, donde obtendría Primer Premio de Modelado por una Cabeza de Discóbolo.

Hacia 1934 es Pensionado del Ayuntamiento de Malaga para continuar estudios en la Escuela Superior de Bellas Artes de Madrid. La Guerra Civil frustra sus proyectos, abriéndose un impasse en el que no faltaran ocasionales colaboraciones en el taller de su padre, que permanecería clausurado hasta 1937. Son fechas en las que, Palma García habrá de hacer frente a situaciones ciertamente preocupantes derivadas, sobre todo, de las denuncias y de la detención de las que fue objeto, por mor de la represión republicana desplegada por entonces.

En fin del conflicto, no obstante, traerá para el joven Palma los primeros frutos de reconocimiento oficial al obtener en 1937 el premio de Pintura otorgado por la Sociedad Económica de Amigos del País y, previamente, la Medalla de oro de la Exposición de Bellas Artes celebrada en el Instituto de Córdoba, el 2 de junio de 1936, a la que concurriría con un busto de la Mater Dolorosa. Dicha obra bebe por completo del tradicionalismo técnico e iconográfico mas declarado, hasta el punto de poder afirmarse que se encontrarán esasas piezas que suscriban de modo más literal y mimético la maniera de Pedro de Mena y Medrano.

La muerte de Francisco Palma García, acaecida el 19 de diciembre de 1938, jugaría un protagonismo sustancial en la meteórica ascensión profesional de Palma Burgos. De esta forma, con apenas veinte años, solventa con éxito el difícil examen que suponía la conclusión definitiva de la imagen del Cristo de los Milagros, de la Hermandad de Zamarrilla, a pesar de ser una obra demasiado mediatizada por la impronta paterna y por las circunstancias personales y coyunturales que que rodearon su ejecución. A todo el cúmulo de factores citados se une un reconocimiento social desde múltiples frentes institucionales, lo que le permite copar en esta fecha, a pesar de su juventud, nombramientos tales como los de Profesor Asistente de Modelado y Escultura de la Escuela de de Bellas Artes de San Temo y Asesor Artístico como escultor de la junta de Reconstrucción Pro-Obispado. Su conversión, por tanto, en símbolo de la autarquia artística local es ya todo un hecho, por lo que no sorprende que Palma Burgos sea el escultor preferido por las instituciones religiosas y por las Cofradías de Pasión, en particular para articular el proceso de restitución de las imagenes titulares. Por este motivo el escultor cumple en Málaga, como acertadamente se ha señalado, "una función similar a la desarrollada en estas mismas fechas por Castillo Lastrucci en Sevilla, Martínez Cerrillo en Córdoba y Sánchez Mesa en Granada".

La ejecución del espléndido Cristo de la Buena Muerte (1940), pensado en un principio para sustituir al Crucificado de Pedro de Mena, iba a proporcionar a Francisto Palma su primer gran revés en la "idilica atmosfera que rodeaba a su persona en la Málaga de los años 40", pues al pretender la exhibición del Crucificado en el concurso-exposición del Palacio de Cristal de Madrid, la pieza fue rechazada, vista la extrema juventud del artífice. El mecenazgo y el proteccionismo de los altos personales del régimen franquista como José Luis Arrese y Millán Asstray auspiciaran, a pesar de todo, su presentación en 1942 en el madrileño Salón Cano, donde, según la laudatoria crítica especialista de la época, “recibio de los labios de los maestros de la estatuaria española, plácemes equivalentes, a una consagración rotunda y oficial". Acto seguido, la Secretaría General del Movimiento, por conducto del Centro de Relaciones culturales del Ministerio de Asuntos Exteriores, le pensionó para cursar estudios en la Escuela de Bellas Artes en Roma, donde se gradúa en 1943, año en que regresa a Málaga.

De la década de los 40 data su temporal establecimiento en Madrid, donde obtiene el primer premio del concurso convocado por los Duques de Medinaceli para la construcción del trono neobarroco de talla dorada para la imagen del Cristo del mismo nombee (h. 1946) en competición con los afamados talleres Granda y Loscertales. Su firme voluntad de mantenerse como creador independiente le incita a rechazar la oferta de esta última casa para trabajar como su asesor artístico. Su estancia en la capital del Estado se dilata hasta 1949, interesándose espontainamente por la temática profana y la sugestión clasicista en obras c0mo la Ninfa (1947) para la residencia particular de Nino Nanetti, donde la carga mitológica obliga a Palma a una reinterpretation esteticista inusual en su producción anterior.

No obstante, el peso especifico de su prestigio como imaginero coadyuvará a una abrumadora demanda de obras religiosas, que culminará cuando es requerido por Regiones Devastadas para trabajar en Andújar, en la provincia de Jaén. Inmediatamente pasa a Úbeda donde, a partir de 1950. abrira un fecundo taller que por espacio de una década mantendrá una ingente actividad que abarcaba desde la pintura y su restauración, los momumentos para la remodelacion urbanística y emblematica de la ciudad para adecuada a las nuevas consignas ideológicas, hasta la talla de retablos, altares, tronos e imágenes procesionales para Cofradías e Iglesias dE toda Andalucía.

Entunerar el catalogo de Francisco Palma Burgos tan sólo en esta etapa, supondria para el historiador el objeto de un extenso trabajo que desborda ampliamente los fines perseguidos en el presente capitulo. La suya es una producción que se encuadra en unos márgenes de estudio más amplios que tienen una íntima relación con un fenómeno tan singular cual es la revitalización de Úbeda como centro artístico, que intenta revivir, con la profileración de talleres análogos al de Palma, aquellos cauces de expresión plástica más autóctonos e "hispánicos" en plena consonancia con los dictados de la política cultural de la época.

Mucho más interesantes se nos revelan sus aportaciones a la estatuaria monumental, como el Frontis del templo de Cristo Rey con la representación de Cristo en el Monte Tabor a escala colosal y una intencionada búsqueda de simbolismo a través del juego de cánones y proporciones de las figuras, el Monumento a San Juan de la Cruz, que lo efigia rodeado de alegorías y personificaciones varias, y su actividad en el exorno pictórico y escultórico del Oratorio de dicho santo. En este recinto brilla con la luz propia la magnífica Escultura Yacente de San Juan de la Cruz, en la que tomando como pretexto formal la factura estriada de los paños y la aparente rigidez del conjunto, combina la simplificación de los volúmenes con unos osados aires de modernidad que, en cuanto a composición y contenido, se erigen en una decidida emulación plástica de la conmovedora Estatua Yacente de su hermano Marcelo, labrada genialmente por Victorio Macho con el propósito de convertir al difunto "en otro difinto de no se sabe bien que siglo"

Entre sus obras procesionales de este período descuellan el Cristo de la Noche Oscura (1966) para el Santuario de María Auxiliadora y el Cristo Yacente (1964) para la iglesia de Santa María de los Reales Alcázares, obra de depurado estilo y de síntesis creativa que supo complementar con la búsqueda de nuevas técnicas expresivas aplicadas, sobre todo, a la tonalidad y al acabado final de la policromía. El modo de concebir la iconografía también se nos ofrece muy personal al presentar a Cristo sumido en un lánguido abandono, al que contribuye sobremanera la plasticidad derivada del recurso de dejar al descubierto la cadera derecha de la imagen, plegando el sudario y permitiendo gozar, en todo su esplendor, de la belleza del contorno y el ritmo de la silueta.

En 1960, el devenir de Francisco Palma Burgos experimenta un drastico giro en todas sus coordenadas vitales, al trasladarse a Italia para abrir taller en la localidad de Castel Sant´Elia en la provincia de Viterbo. Será éste el momento escogido por el artista para abandonar, casi por completo, la Escultura y dedicarse a partir de entonces al arte de los pinceles. Tal afición, que siempre tuvo desde sus primeros años de aprendizaje en la Escuela dé Artes y Oficios Artísticos de Málaga, será la circunstancia que marcará una rotunda inflexión en su carrera, hasta el puro de motivarle a cambiar la firma de sus obras con los habituales "Francisco Palma" y "Paco Palma" por el apellido materno "Burgos".

En este nuevo enclave el escultor malagueño se dedicará fundamentalmente a la restauración de frescos, colaborando ocasionalmente en el Vaticano; en la reconstrucción del Palacio de los Borgia, en Civita Castellana; en los frescos del Duomo de Nepi, así como en la creación de un Monumento al líder de la unificación italiana Garibaldi en esa misma ciudad y de un Cristo Crucificado para la Catedral de Munich.

En Castel Sant´Elia estableció, asimismo, escuela propia donde sus discípulos le apodaban "el professore" y conviviría por un largo periodo de años en el hogar del alcalde de dicha localidad Nazzareno Mazzolini. Entre sus múltiples distinciones debe hacerse mención de los premios "Dante Aligheri" "Leonardo da Vinci" y "Ministro della Difesa", obtenidas en la Exposición Internacional de Pinturas de Gubbio, Medalla de Oro y diploma en la Exposición Internacional de Castello Farnesse de 1962, patrocinada por el Ministerio Italiano del Turismo y del Espectáculo, las Medallas de Oro de las ciudades de Castel Sant'Elia, Visso, Foggia y Nepi y sus nombramientos como miembro de la Escuela Viterbina y miembro asociado de la Accademia Tiberina de Roma, en calidad de pintor y escultor.

La pintura, precisamente, va a ser el vínculo que le permitirá mantener esporádicos contactos con España, y con Málaga en particular, entre 1962-1965. En junio de 1962, expone en la Casa de Málaga en Madrid una serie de acuarelas y óleos, que presentará en Úbeda en el mes de septiembre. En 1963 se asoma a Málaga con una colección de pinturas sobre rincones castizos de su ciudad natal, que dedica a la memoria de su padre Francisco Palma García y que tendrá por escenario la Casa de la Cultura. Dos años más tarde, en septiembre de 1965, y tras mostrar su obra en Granada, expondrá por última vez en la Galería Marqués de Larios una terracota, y una aportación pictórica que resuelve con técnica impresionista y búsqueda de luminosidad. El tratamiento y uso de pigmentos de preparación natural y una aparente audacia en el empleo de la espátula lo harían pionero en la incorporación de tan efectista recurso al conjunto del lienzo, logrando revestir de hipotética "modernidad", temas y conceptos formales inequívocamente comerciales y figurativos.

En 1985, afronta en Málaga la que habría de ser su última obra: la imagen de Jesús del Santo Suplicio, que le haría exclamar, a cuatro meses vista de su fallecimiento el 31 de diciembre de ese mismo año, "Con Zarnarrilla empecé a mis 20 años y con Zamarrilla termino".

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